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Eijafjalla, la mayor exigencia de la Amstel Gold Race

20 abril 2010

Artículo sobre la incidencia que el volcán islandés ha tenido en el mundo del ciclismo. El mejor caso, el de Arvesen. El campeón noruego estaba haciendo una exhibición de spinning en una plataforma petrolífera a 200km de la costa de Noruega, en el Mar del Norte, justo cuando el volcán empezó a echar ceniza. Y allí se quedó, dos días subiendo y bajando unas escaleras de 155 metros para no perder el tono muscular y haciendo spinning como un loco ante decenas de trabajadores locos por estar con una mujer… o con quien pillaran, supongo.

Ni un sólo muro de los 31 que recorrieron los ciclistas presentes en la salida de la Amstel Gold Race, en Maastricht, ni siquiera los dos últimos, el Keutenberg y el Cauberg, fueron los más duros de la carrera. La dificultad más exigente fue una que no se corrió y que ni tan siquiera formó parte del recorrido. Respondiendo al nombre de Eijafjalla, y situado a miles de kilómetros de la meta en Valkenburg, un volcán islandés condicionó una carrera que salvó del impacto mediático una exhibición de un hombre, Philippe Gilbert, que parece correr con las intenciones de los ciclistas de antaño, con pasión y hambre de victoria y gloria.

En un deporte donde sólo contadas carreras tienen el absoluto beneplácito de la afición, que con unanimidad no ve el deporte que quiere ver, sobre todo aquí, en España, un volcán a miles de kilómetros ha terminado dejando en evidencia a ciertos corredores y sus equipos (Alejandro Valverde, Carlos Sastre, Luis León Sánchez,… )… y situando a otros en una posición más digna (Manuel Quinziato, Joaquim Rodríguez, Filippo Pozzato, Footon-Servetto…) que, aunque no acabara por reportarles ni un beneficio en carrera debido al cansancio acumulado, sí les dejó con la tranquilidad de haber hecho su trabajo como auténticos profesionales.

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