Antiespañol

Esta mañana me han llamado antiespañol. Estoy muy triste. Una persona a quien no conocía más que de compartir un «buenos días» o un «nos vemos«, en una conversación de bar, me ha dicho que era un antipatriota. Un Zapatero de la vida. Diría que sus ojos clamaban por un exilio perpetuo. Por un «cierra al salir«.

En este país todo el mundo entiende, en su versión hetero, de deporte y medicina. Como me encuentro muy bien de salud, de lo único que discuto en el bar es sobre deporte. Trato de ir siempre contracorriente, porque esa es parte de la salsa de esos fregaos de bar que tanto alegran la mañana.

La historia ha sido la de mi feliz idea de justificar la estrategia de ayer en el Tour del equipo de Alberto Contador. Sin pararme mucho en explicar la razón por la cual pienso que no estuvo nada mal, es destacable el hecho de que la gente se exponga de ese modo a hacer juicios de valor. Sin pensar. Sin escuchar.

Es preocupante. Si hay algo que debería mantenerse aséptico a estas memeces, es el deporte. Nada más lejos de la realidad. Unos y otros. Centristas y federalistas, se empeñan en fomentar su sentido político catalizándolo gracias a un tipo que da pedaladas a un bici, o patadas a un balón. Inquieta.

Esta tendencia no es nueva, claro. No obstante, sí es cierto que en los últimos años, y gracias al poder de los medios de comunicación y las concesiones políticas, estas situaciones han crecido ostensiblemente. A mí, la verdad, es que ni me preocupa. Creo que cada uno es libre de hacer lo que quiera, y de sentirse como le dé la gana. Siempre y cuando esto tenga cierto orden.

A lo que no llego. Lo que no soporto. Es que la gente no escuche, y siente cátedra. Antiespañol me han llamado. Un tipo que se informaba sobre lo acontecido en el Tour leyendo el Marca. Estoy supersupertriste. Compungido. Consternado. Menudo patán.